Abarca mundos, pero nunca intentes abarcarme,

almaceno tu palabrería más ruidosa con sólo mirarte.

Walt Whitman.

lunes, 23 de marzo de 2009

Elefantes rosas de papel

Pablo hacía elefantes rosas de papel.
Pablo tocaba canciones de los Rolling con la guitarra.
Pablo boxeaba los martes y los jueves, porque no quería hacer barbaridades.
Pablo tenía los ojos brillantes cuando la regalaba elefantes rosas de papel.
Pablo se mordía el labio cuando quería gritar y hacer una barbaridad, porque había vuelto a oír al monstruo gritar a su mamá.
Pablo temblaba cuando se lo contaba a la princesa y ella se ponía pálida y le sujetaba.
Pablo abrazaba a la princesa y lloraba en su hombro, para que nadie le viera, sólo ella sabía por qué Pablo estaba triste.
Su mamá escapó del monstruo y Pablo sonrió, pero le dejó sólo con él.
Pablo no sabía por qué a la princesa le gustaban tanto sus elefantes rosas de papel.
Pablo invitó a la princesa a su casa porque quería decirle algo importante.
El monstruo quiso atacar a la princesa.
Pablo no pensó.
Pablo dejó un elefante rosa de papel sobre la mesa.
Pablo no quería que el monstruo volviese a hacer daño a nadie. Y menos a ella.
Pero el monstruo tenía escrito la palabra fracaso en la frente, que los días de lluvia como aquel, suele rimar con muerte.
El elefante rosa de papel que estaba encima de la mesa llevaba los suspiros de Pablo escritos en la trompa, Te quiero, decía.
Pablo no volvió a hacer elefantes rosas de papel.
Pablo no volvió a tocar a los Rolling.
Pablo no volvió a boxear.
Pablo nunca besó a la princesa.
Pablo fue enterrado un día de lluvia.
Desde entonces no ha dejado de llover en Madrid.
Desde entonces Buenos Aires perdió toda su luz.


No dejes que nadie te diga que
no te mereces lo que quieres.

5 comentarios:

seykozz dijo...

Bonito relato... elefantes de papel.. espero que estes bien!!!

Una cancion:

http://www.youtube.com/watch?v=bazlN0Fjv58&feature=related

Dara dijo...

Y el elefantito se murió de pena, esperando en aquella mesa a la princesa y a su pequeño Pablo. Y cuando ella volvió, a hurtadillas, evitando al monstruo, y se lo encontró encima de la mesa, el corazón volvió a dolerle tanto que una tormenta eléctrica, de esas devastadoras, estalló en el cielo lloroso de Madrid.


un miau en la trompa de uno de los elefantitos de papel de Cat

Sheena Rogers dijo...

Triste pero precioso, querida

Como tu a veces ^^

Besos!

Roberto dijo...

Y yo que te digo María?
es sencillamente maravilloso...

me he quedado con una cara de gilipollas importante, leyendo una y otra vez tus palabras. ME has encantado desde la primera sílaba hasta la última...
Esos elefantes rosas de papel van a quedarse en mi tarde. Y en mi lluvia. El asilo político lo tengo que pedir yo...

Franz dijo...

Rompedor, triste, bello. ¿Sabes?
Tengo que venir más.
Besos.