Un mechón de pelo ondulado le caía sobre la frente, leía en alto, con voz emocionada, un panfleto a sus compañeros, que pese a no estar tan convencidos como ella, atendían a cada palabra pronunciada por esa voz hipnótica. Tenía más ideales que años y los ojos perdidos en otro planeta, era bonito observarla mirar directamente a los ojos del que preguntaba, los gestos con los que desechaba sus objeciones, la manera que tenía de pellizcarse el lóbulo de la oreja cuando pensaba, le hechizó la forma despreocupada de sentarse sobre la mesa del profesor, desde dónde observaba a su audiencia.
-Señorita, me gustaría que desocupara mi mesa, si es posible...
Todos se giraron al escuchar su voz y le examinaron de arriba a abajo, sorprendidos, conocieron al nuevo profesor de historia. Menos ella, ella le dirigió una mirada burlona y con una voz fingidamente humilde cargada de ironía e impertinencia le respondió.
-Claro, perdona, profe...
Se sentó delante, en primera fila, con aquellos enormes ojos cargados de sarcasmo muy abiertos y el boli en la mano. Le estaba desafiando. Y eso le encantó. Aceptó gustoso y comenzó la clase con la pequeña revolucionaria muy atenta y el resto de la clase mirándola divertidos, esperando que su fuerte carácter hiciera explosión en cualquier momento.
Hace 1 año
4 comentarios:
La pequeña revolucionaria tendrría que aprender a callarse en determinadas ocasiones. No le haría gracia, pero al final podría obtener algo mejor que un castigo
Me encantas, ya lo sabes ^^
Besos!
La envidia es mala :)
Tenía más ideales que ideas, en realidad. Y a los ideales, por desgracia, se los lleva el viento.
miau, señorita eme.
La rebeldía del comportamiento no tiene por qué suponer un fuerte carácter, quizás lo que en sus ojos brilla tan sólo es inmadurez.
¿Sabremos más de ella? :)
Un beso MUYGRANDE.
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