martes, 31 de marzo de 2009
40 d.A.(después de Alicia)
Sonrio y miró alededor de la habitación buscando su cámara, aquello era un completo desastre, en la habitación reinaba el caos más absoluto, él era un maniático del orden, pero cuando estaba con ella no podía pensar en otra cosa que no fueran el arte o ella, era su musa, su angel, su vida... Cogió la cámara y la encuadró tumbada en la cama, dormida, con la misma belleza inocente y arrolladora que a los dieciocho. Arrolladora era la palabra, la palabra que describía, no sólo su belleza, sino también a ella. Recordaba la primera vez que la había visto, era un 6 de mayo y el cielo se caía sobre Roma vaciando las calles de gente y convirtiéndolas en pequeños riachuelos, isolata la pioggia, llevaba un paraguas rojo cerrado, el pelo le caía empapado sobre los hombros, caminaba lentamente, en sus mejillas se mezclaban la lluvia y las lágrimas. Salió al balcón y entonces la vió, muy pequeña, tras su objetivo, trató de robarla el momento sin que lo advirtiera, pero se giró y con una mirada que hizo ondear el aire fue ella quién le robó el alma.
sábado, 28 de marzo de 2009
Y es que ella es tan pequeña...
Dices que yo no tengo casi nada en la cabeza
me miras, me juzgas, me condenas,
¿qué importa mi opinión?
lunes, 23 de marzo de 2009
Elefantes rosas de papel
Pablo hacía elefantes rosas de papel.
Pablo tocaba canciones de los Rolling con la guitarra.
Pablo boxeaba los martes y los jueves, porque no quería hacer barbaridades.
Pablo tenía los ojos brillantes cuando la regalaba elefantes rosas de papel.
Pablo se mordía el labio cuando quería gritar y hacer una barbaridad, porque había vuelto a oír al monstruo gritar a su mamá.
Pablo temblaba cuando se lo contaba a la princesa y ella se ponía pálida y le sujetaba.
Pablo abrazaba a la princesa y lloraba en su hombro, para que nadie le viera, sólo ella sabía por qué Pablo estaba triste.
Su mamá escapó del monstruo y Pablo sonrió, pero le dejó sólo con él.
Pablo no sabía por qué a la princesa le gustaban tanto sus elefantes rosas de papel.
Pablo invitó a la princesa a su casa porque quería decirle algo importante.
El monstruo quiso atacar a la princesa.
Pablo no pensó.
Pablo dejó un elefante rosa de papel sobre la mesa.
Pablo no quería que el monstruo volviese a hacer daño a nadie. Y menos a ella.
Pero el monstruo tenía escrito la palabra fracaso en la frente, que los días de lluvia como aquel, suele rimar con muerte.
El elefante rosa de papel que estaba encima de la mesa llevaba los suspiros de Pablo escritos en la trompa, Te quiero, decía.
Pablo no volvió a hacer elefantes rosas de papel.
Pablo no volvió a tocar a los Rolling.
Pablo no volvió a boxear.
Pablo nunca besó a la princesa.
Pablo fue enterrado un día de lluvia.
Desde entonces no ha dejado de llover en Madrid.
Desde entonces Buenos Aires perdió toda su luz.
no te mereces lo que quieres.
martes, 17 de marzo de 2009
Leyendo en tus sonrisas
-Hola profe...
-Hola Cristina.
Decidió ignorar las miradas cómplices que intercambiaron ante su respuesta. Sabía como le miraban algunas de sus alumnas, pero mientras atendiesen en clase el motivo por el que lo hicieran no le preocupaba, tal vez conseguiría que les picase la curiosidad y se interesasen por la historia o por algo. Aún estaba en esa edad en la que creía que podía cambiar el mundo enseñando, que podía hacerles entender que conseguirían el mundo con sólo proponérselo, que harían algo importante. Complejo mesiánico había dicho ella cuando les soltó aquel discurso en clase, ella también creía lo que les había dicho, pero su personalidad estaba afectada por una continua lucha entre el nihilismo que le inspiraba aquel ambiente y los ideales en los que se empeñaba. El jaleo se extendía por la planta de abajo, mientras esperaban para entrar en clase de música y allí estaba ella, sentada en el banco frente a la puerta del aula de música, leyendo. Reconoció la portada del libro, 1984 y sonrió, dudaba que la mayoría de sus compañeros llegaran a leer ese libro alguna vez, ella tenía quince años y leía cosas que él no llegó siquiera a conocer hasta la universidad. Se acercó a ella.
-¿Estás leyendo 1984?-levantó la vista, molesta ante la interrupción, pero le cambió el semblante al comprender su pregunta.
-Sí
-¿Y te está gustando?
-Claro.-no le gustaban las preguntas obvias.
-Deberías leer "Un mundo feliz"... es interesante también.-sonó de nuevo la sirena que marcaba el comienzo de la última clase.
-Gracias, cuando termine este lo miraré...-cogió su cartera y se reunió con sus compañeros.
-Lucía
-¿Qué?
-De Aldus Huxley.
Una sonrisa, luminosa como su nombre, dio sentido a aquel jueves gris.
decir la verdad constituye un acto revolucionario.
lunes, 16 de marzo de 2009
Suspéndeme
-Señorita, me gustaría que desocupara mi mesa, si es posible...
Todos se giraron al escuchar su voz y le examinaron de arriba a abajo, sorprendidos, conocieron al nuevo profesor de historia. Menos ella, ella le dirigió una mirada burlona y con una voz fingidamente humilde cargada de ironía e impertinencia le respondió.
-Claro, perdona, profe...
Se sentó delante, en primera fila, con aquellos enormes ojos cargados de sarcasmo muy abiertos y el boli en la mano. Le estaba desafiando. Y eso le encantó. Aceptó gustoso y comenzó la clase con la pequeña revolucionaria muy atenta y el resto de la clase mirándola divertidos, esperando que su fuerte carácter hiciera explosión en cualquier momento.
sábado, 14 de marzo de 2009
Girando en cuadrados
Al fin ocurrió lo que una musa un día le inspirara al primer gran poeta de la humanidad, el inventor de la palabra que a ellos tanto reparo les producía. Él sintió como su sonrisa se metía en sus sueños y como le dolían esos ojos, los más tristes de Madrid, los de ella. Ella se dejó llevar por la risa infantil de aquel niño enfadado con el mundo que había decidido robarla el alma con su maquina de capturar momentos. Y ambos encontraron las sonrisas perdidas, los sueños olvidados en el autobús y las melodías extraviadas en el corazón. Él dejó de llegar tarde a clase los jueves y ella se olvidó de sus complejos. Media hora antes de clase sofocaba las ansias percusionistas de sus corazones.
Lo bueno de escribir tú las historias es que puedes cortarlas y no contar el final, porque todas las historias, por bonitas que sean tienen final, yo decido dejar un final abierto y quién sabe, quizás algún día puedan contármela ellos :)
-¿Crees en los cuentos de hadas?
-No, pero creo en las personas.
miércoles, 11 de marzo de 2009
El encantador caballero...
Mil perdones por el retraso: exámenes :)
lunes, 2 de marzo de 2009
A miel y humo...
Mañana un poquito más...
una estrella azul del rock